jueves, 18 de marzo de 2010

Objetos Diversos

Cada persona en el mundo posee diversos objetos de los cuales no puede desprenderse. Los aprecia a tal nivel, que perder alguno de ellos es casí como cortarse un brazo a propósitoo. De solo pensar en que podríamos perderlo, un miedo escalofriante, tan igual como el de la misma muerte, nos invade.
Estos objetos tienen un valor inigualable para sus poseedores. Algunos son puramente sentimentales. Otros logran rememorar instantes perfectos. También están los que logran ser tan apreciados, que se transforman en amuletos de buena suerte para su inusual adorador.
Es extraño como un simple objeto puede traer a nosotros ese sentimiento tan profundo e inentendible. Es tan puro e intenso el cariño que se siente, que no podemos separarnos de ellos. Sentimos que nos protegen y que nos ayudan a seguir por el buen camino que esperamos nos toque en el futuro.
Una cruz, una pelota, un collar, un anillo, una piedra, una escultura, una camisa, unas zapatillas, unos aretes, una pata de conejo, un herraje de caballo, una estampilla o un lazo, son algunos de los objetos que nos acompañan y que las personas cuidan tan meticulosamente como a su vida misma.
¿Por qué el apego tan cercano a estos? ¿Cómo es que sentimos la necesidad de proteger un objeto con tanta intensidad?
El ser humano es extraño. Pienso a veces que divinizamos algunos objetos por la necesidad de tener algo que nos acompañe y que nos de seguridad. Creo que al divinizarlos, se transforman y se vuelven capaces de enriquecernos y hacer que esa energía vuelva a nosotros cíclicamente.
El problema a veces es encontrar estos objetos. Por lo pronto seria bueno tomarse un tiempo para encontrar alguno y ponerlo en un altar dentro de nuestras cosas favoritas. Tal vez como un amuleto o una ayuda para seguir viviendo esperanzados, y no adorar simplemente a lo primero que nos caiga en las manos.

domingo, 14 de marzo de 2010

Batallas perdidas

Hacía días que no dormía bien. No era un insomnio natural ni mucho menos el llegar tarde a casa lo que no me dejaba dormir como estaba acostumbrado. El ruido lejano y repetitivo de un minúsculo grillo se apoderaba de mi pequeño departamento todas las noches.
Por como se escuchaba, los primeros días pensé que el sonido provenía de la calle. Era imposible atrapar al insecto en un lugar tan vasto, sobretodo porque cada vez que iba en su búsqueda, el sonido se detenía.
Entonces pensé tal vez que era alguien del barrio el que hacía aquel molesto ruido. De pequeños solíamos hacernos ese tipo de incomodas bromas. Así que dejé de salir a buscar quien lo hacía. Odiaba pensar que alguien del barrio se burlaba de mí al verme asomar a la calle de noche en pijamas, totalmente desarreglado y buscando desesperado a aquel insomne grillo.
Simplemente intentaba apaciguar mi sueño y buscar algún modo de dormir. Al principio las pastillas ayudaron, pero no lograba entrar en la profundidad del sueño con ellas. Luego fue el alcohol el que me acompañó. Las cosas mejoraron pero aún así no dejaba de escuchar al abominable insecto.
Con el pasar de los días el sonido se intensificó. A veces terminaba mi segunda botella de vino, me encontraba casi ebrio y a punto de dormir, pero el grillo con su estruendo, esta vez mucho más fuerte, me despertaba.
El sonido ya no provenía de la calle, sino desde adentro de mi casa. Tambaleando iba a la sala a buscar el punto de partida de aquel ruido alterante. Prendía la luz y de inmediato el rumor cesaba. Así que regresaba a mi cama de nuevo para intentar dormir.
Apenas me recostaba, el chirrido empezaba. Era tan poderoso el rechinar de sus patas que podía observar al infausto insecto haciéndolo, mirándome con sus inmensos ojos sin vida y sus grandes y asquerosas antenas como diciendo "no te vas a escapar". Intentaba no prestarle atención al ruido pero era imposible. El sonido era tan fuerte, que era como si el maldito bicho estuviese posado en mi oído deleitándose con mi rostro de locura e insomnio.
A partir de allí supe que tendría un enemigo. Prendía la luz y el silencio volvía. Parecía como si el grillo supiera que estaba en su búsqueda, porque cuando me levantaba, el silenciaba de inmediato su diabólico chirrido.
Por algunos días pensé que era mi propio sueño el que me jugaba estas tretas. También volví a salir a la calle a ver si era alguno de mis amigos los que hacían aquel ruido. Hasta llegue a pensar que alguien me observaba por una cámara secreta. Pero al darme cuenta que no poder dormir durante tantos días estaba a punto de volverme loco, supe de inmediato que a pesar de que el rival era insignificante, encontraría en mi vida batallas que jamás podría ganar.