jueves, 28 de agosto de 2008

Telepatía

Desde que vi la luna llena por primera vez hace muchos años, quede perplejo con el sutil resplandor que un satélite tan lejano y desconocido causaba en mí. Empezar a plantearme si debería seguir viviendo y aprendiendo solo a través de las enseñanzas que podían brindarme mis padres, familiares, maestros y amigos o también utilizar a lo que la percepción de la naturaleza, el clima, la noche y el entorno me brindasen, fue una obligación casi automática.
Supe de inmediato que las pautas naturales se forjaban con lo que otros me harían comprender de la vida pero que sin duda tendría que creer en el infinito, en lo ilimitado del pensar, en que muchas cosas que conocemos tienen millones de puntos de vista que no comprendemos porque no somos capaces de verlos y también de aprender a sentir que existen maneras distintas de comunicarse o conocer.
Esto hizo que en algun momento formule la pregunta para entender cual era la razón de la existencia de las experiencias extrasensoriales, situaciones donde la razón duda y la anarquía mental, ante un evento tan fuera de lo común, es la que necesita aprender a dominarse para aprovecharlo al máximo en vez de sucumbir ante el.
Sin encontrar ninguna respuesta que me convenza, empecé a buscar casos aislados donde ocurrían esta clase de eventos inexplicables. Supe de personas que movían cosas con la mente, otras que se comunicaban sin necesidad de palabras y algunas mas que eran capaces de caminar sobre el agua o golpear objetos con sonidos. El conocer esta cantidad de hechos y situaciones inverosímiles hizo que se volviese mas fuerte la creencia que la humanidad no se expande y que no sabemos ni la mitad de lo que podríamos saber porque no encontramos la manera de lograrlo, porque no buscamos donde deberíamos buscar, porque vivimos de lo que nos enseñaron y no escudriñamos a nuestra verdadera realidad.
En algún momento luego de tantas preguntas que parecian no tener respuesta, logre tomarme un tiempo para aprender de mi y que mediante el sueño lograr conocer mi lado telepático, ese al que nadie llega porque no cree, aquel que nace de la esperanza y el pensamiento y se va formando como por arte de magia en aquellas personas que estan convencidas realmente en que la verdadera naturaleza del ser humano es mágica.
Es por eso que ahora solo intento concentrarme lo suficiente y pensar en alguien especial, lograr visualizarlo e invitarlo por medio del ensoñar a mi mundo, tal vez le robe el sueño y sea imposible que lo logre despierto aun, pero si quiero seguir creyendo y logrando cosas inverosímiles y no creo en mi, de que me sirve intentarlo.

sábado, 23 de agosto de 2008

Ciudad en segunda

Hace dos días aprendí a manejar. Embrague y primera, el auto tose y mis nervios se encrespan al no entender a esta maquina y darme cuenta que detesto tomar el volante. Luego la segunda suave y la necesidad de esperar que las revoluciones suban para meter la tercera, pero esto nunca ocurre, sigo utilizando solamente primera y segunda por toda la ciudad.
Simplemente es imposible subir las marchas del auto porque el lugar no permite que eso suceda, porque las calles están repletas de personas que cruzan sin un ápice de respeto, conductores que solo saben ser más estúpidos y avezados mientras mas tiempo han pasado al volante y empresas que construyen sin pensar por un momento en los demás.
Eso es lo que ocurre con mi ciudad, el desarrollo parece no llegar, solo edificios gigantescos se yerguen para hacer que el transito habitualmente insoportable se torne nefasto e imposible por el hacinamiento poblacional y automotriz que empieza a ser cada vez mayor. Las constructoras siguen haciendo departamentos gigantescos aprovechando el alza de la propiedad inmueble y se adueñan con tractores, mezcladoras y fierros de la ciudad y sus pistas para volver al conductor mas irascible de lo normal.
Estoy manejando y al ver a los peatones avanzar mas rápido a pesar que voy en auto, siento como la tensión se manifiesta en mi por medio de una presión constante en la nuca, la cual se presenta con mayor fuerza cuando pienso que tendré que subir nuevamente al auto en otro momento e ir por la ciudad a 32 km/h como máximo y luchar contra la idea que jamás llegare a mi destino a tiempo, así prevenga que el transito será detestable o que tal vez nunca pueda poner la tercera para sentir la rapidez progresando, haciendo que el tiempo sea un juego debido a ese idilio informal que tiene con la velocidad y aleje al fin la opresión que reina en mi cuerpo al saber que es imposible conocer a que hora llegare al lugar deseado en esta ciudad en la que solo se puede manejar en segunda.

lunes, 18 de agosto de 2008

Instantes sin poesía

En los momentos de ocio, cuando el destino parece no querer dejarme escapar de la realidad, encuentro instantes donde reconozco que puedo resumir los acontecimientos que me ocurrieron y siento que es un modo distinto de compactar millones de situaciones en solo tres o cuatro palabras en las que juego con emociones y hechos los cuales intento explicar difícilmente sobre un papel.
¿Como lograr explicar una emoción con palabras?
Siempre es posible aunque parezca poco factible lograrlo, porque aun tenemos la suerte de compartir ideas en las cuales somos capaces de meditar, porque aun tenemos la poesía que nos permite explorar conocimientos y sentimientos mediante palabras, las cuales normalmente no logran expresar lo que podrían y solo sirven de antifaces para ocultar la verdad.
No me gustan las fotos porque solo logran plasmar el instante al cual es muy fácil de engañar sonriendo o falseando caras de felicidad para dejar un buen recuerdo de nosotros para la posteridad, el recuerdo de un reflejo plasmado, como las sonrisas forzadas a las que nos obliga una fotografía, la cual termina siendo como decir que estamos mejor que nunca, cuando en realidad morimos por dentro.
Las palabras en versos son más completas, con ellas se puede viajar a través de ese momento, recorrer cada segundo antes y después de aquel instante donde decidimos plasmar nuestros recuerdos. Creo que es imposible tomar con algún mecanismo ese instante poético que permite jugar con los hechos para hacernos rememorar en el tiempo un evento particular, las palabras precisas en el lugar perfecto son el único medio de no olvidar cada acontecimiento desde su inicio a su fin, no solo el segundo de falso éxtasis donde es disparada la foto.
Para que gastar el tiempo posando para millones de fotos si luego solo hará que las odiemos, que cuando seamos mayores recordemos la añorada juventud con nostalgia y nos demos cuenta de todo lo que la vida cambio, de todo lo que envejecimos y lo que el pasado dejo en nuestro recuerdo, la forma como jugamos con nuestra sensualidad se fue y tal vez esos recuerdos solo serán parte de un pasado ilegitimo y que podríamos llegar a aborrecer.
Hace mucho comprendí la importancia de aprender a leer poesía, disfrutar de aquello que te puede brindar su creador, ese hacedor de fantasías que compacto imágenes y sentimientos y fue capaz de lograr versos que suelen descalabrar o regocijar el alma al conocer la pasión que les dio su creador al lograrlos, al entender el todo y no simplemente un mísero instante.
Luchare siempre por ser una poesía, por expandirme en el tiempo y dar el corazón a cada segundo del que se compone mi vida, espero jamás me recuerden como una simple fotografía ni como el instante de supuesta felicidad al que intenta describir, sino que sea algo tan difícil de comprender como un verso triste, imborrable y que trascienda en el tiempo.

miércoles, 13 de agosto de 2008

El Mundo del Mañana

Cuando crecemos, el tiempo va formándonos, curtiéndonos y eliminando paulatinamente nuestros miedos, en el transcurso del mismo siempre surge una pregunta dentro de muchas que aun no es contestable, al menos en mi caso particular y es ¿a que le temes?. Pensar en como responder esta encrucijada me hace viajar por ideas sin pies ni cabeza que en un momento de claridad me ayudan a reconocer que mi único y verdadero miedo es el futuro.
El crecimiento tecnológico es tan acelerado que los límites son cada vez mas desconocidos. Ese desconocimiento aunado a la ampliación y destrucción pausada de los límites hace pensar que lo que nos toca o le toca a las generaciones venideras sea inimaginable y a la vez tremendamente peligroso.
No entender el funcionamiento real de cada artefacto y pensar en que alguien tenga la habilidad de conocer el accionar de cada circuito integrado o maquina existente, hace que la capacidad de destrucción sea abominable y debido al creciente aumento de la maquinaria en la vida diaria, posiblemente nefasto.
Es casi imposible que salgamos a la calle sin cargar algún artefacto. Normalmente son celulares, reproductores de mp3, alarmas de autos, laptops, palms y cualquier tipo de maquina que nos simplifique el quehacer diario o nos brinde un beneficio inmediato. Todo esto nos brinda un beneficio directo e irremplazable pero ¿no somos demasiado dependientes de estos?
Le temo al mundo del mañana no porque mi destino final es la muerte, ni por pensar que aun me quedan muchos años para seguir tropezando, sino porque el avance tecnológico desmesurado y sin control puede destruir no solo a la persona sino a su entorno, habitad y sociedad.
El futuro da miedo porque con el tiempo tal vez para todos sea necesario llevar algún artefacto electrónico con nosotros y muchos me dirán que jamás podría ocurrir algo como eso, que la sociedad esta protegida por el estado y que la tecnología solo nos hace bien, pero si alguien es capaz de controlar cada objeto electrónico que utiliza el común denominador de las personas, no tendría limite existente, aparecería al fin aquel que destruya las ideas pasadas, aquel que tenga lo que muchos buscaron por tanto tiempo, el mundo en su poder.

jueves, 7 de agosto de 2008

El Inmortal

Siempre me pregunte si existía alguna persona que pudiera retar a la muerte, enfrentarla y vencerla. Mi idea al principio parecía descabellada como muchas que suelen ocurrírseme, encontrar a algún ser humano inmortal parecía un estúpido juego creado por mis ganas de tener fe en la eternidad que se logra venciendo a la muerte.
Acepte que no podría vivir sin encontrarlo, entendí que estaba destinado a trabajar solo para cumplir con mi idea y empecé a viajar para completar mi búsqueda. En cada lugar que visitaba conocí personas increíbles. En la India, faquires que llenaban su piel de objetos punzantes pero todo terminaba siendo superficial. En Bahréin, hombres en llamas que se quedaban prendidos para demostrar su fortaleza pero no porque se pensaban inmortales. En Norteamérica, avezados pilotos de motocicleta que solo lo hacían por la adrenalina pero cuando se les hablaba de muerte temblaban como un bebe la primera vez que duerme con la luz apagada. Cada uno de ellos ostentaba una voluntad casi infinita pero algo me decía por dentro que ninguno lograría la inmortalidad.
Tuvieron que pasar quince años, muchas personas e interminables dilemas para encontrarlo. En algún lugar de Vietnam me contaron de un personaje que vivía en las costas de Libia, dijeron que solo con la mirada podía dejarte sin palabras pero no solo era así, su mirada tenia la seguridad de alguien que sabe todo, con ella no solo era capaz de resplandecer, también adivinaba pensamientos. Inmenso como una pared de presidio, tenía el cuerpo blindado de músculos, pero el que mas resaltaba estaba en su cara. Su maxilar, que casi le deformaba el rostro, era tan marcado que sin duda era el más desarrollado de todos los demás músculos de su cuerpo. Cuando supe que su mandíbula tenia esas dimensiones porque la ejercitaba apretando los dientes, imagine que solo seria por nervios, aunque estuviese equivocado porque los nervios no existían para el. Luego supe que tenia aquella protuberancia en la cara porque para ponerse una pistola cargada en la cabeza, se tiene que apretar muy fuerte las muelas. Con el tiempo había perdido el miedo a la muerte y adquirido un eterno dolor en bucal que solo le hacían pensar en su próxima visita al odontólogo, sobre todo después de jalar el gatillo en su turno e impávido, ver volarse los sesos a su adversario en el siguiente.
Llevaba la pistola sobre la cien con la tranquilidad enervante que dan los años al hacer siempre lo mismo. Incontables veces tuvo duelos de este tipo y aun seguía con vida. El obtenía triunfos donde las revanchas son imposibles, en el juego de la muerte por excelencia, era invencible en la ruleta rusa.
Se preguntaran ¿Como alguien es capaz de ir por allí disparándose a la cabeza como juego? Por el mismo motivo que un suicidad es capaz de ponérsela para acabar con su vida, la seguridad de que algo ocurrirá. En el era contraria la opción a la del suicidad común, mientras este sueña con olvidarse de su tristeza entregándose a la muerte, el vibraba de algarabía sin temores para encararla y no creer en ella, tenia la absoluta seguridad de que jamás moriría por causa así.
Cuando me dejó tiempo para conocerlo, comprendí al fin lo distinto de su parecer y porque realmente no moriría. Había sufrido demasiado en la vida, la muerte de sus compañeros de escuela, de su tropa y su familia. Todo lo que quería se había desvanecido, solo la máxima tristeza le había hecho comprender que sin duda alguna, morimos porque nos lo creemos. Contaba con 203 años y al paso que iba se convertiría en el primer inmortal, el único ser humano que creía tanto en vivir que retaba a la muerte y la vejez cada vez que podía, sin una pizca de miedo.

lunes, 4 de agosto de 2008

El motivo de la soledad

Mientras venia a casa en un taxi a toda velocidad, el sol en un día triste de invierno en esta fúnebre ciudad había logrado alegarme, tal vez fue el resplandor el que elimino la pesadez invernal de mi cuerpo, eso es algo nunca entenderé.
En vez de cerrar la ventana para protegerme del aire helado que arreciaba, preferí asomarme como un niño que disfruta como la fuerza del viento le desfigura momentáneamente el rostro para refrescarme con el viento gélido que penetraba en el auto.
Llegue a casa y luego de ponerme un abrigo, salí a caminar en busca del ocaso aprovechando lo que quedaba de luz solar. No me lo había propuesto, solo sentía una energía interior que me impulsaba a hacerlo. El reloj marcaba las 6 y el frió empezaba a arreciar cada vez con mayor fuerza. La caminata duro 20 minutos hasta que logre divisar el mejor lugar para despedirme del sol. Mientras me acomodaba, la gente transitaba sin préstale atención a tan maravillosa visión multicolor y me preguntaba porque las personas no disfrutaban de este raro espectáculo en invierno. Parecía que se había vuelto tan común que no eran capaces de sentarse dos minutos a darse un respiro y ver la energía que irradiaba un acontecimiento tan particular como el sol anaranjado ocultándose en el horizonte.
Me tome unos minutos para disfrutarlo y al fin logré entender que el sol al ocultarse despliega esa ráfaga maravillosa de colores, por un solo motivo, hacer el amor con la tierra, es un amor tan perfecto que no existen palabras ni imágenes para comprenderlo, es la creación misma enseñandonos la verdad en silencio. Mientras disfrutaba de esa maravillosa visión, iba esperando que el cielo sin nubes me permitiera disfrutar de las estrellas y la necesaria luna, que es necesaria porque alumbra en el momento donde más se necesita de luz. Las personas me observaban extrañas, mientras miraba al cielo impávido como un hombre lobo esperando su luna llena para sentir al fin su aullido. No me interesaba que pensaran, solo quería fusionándome de algún modo con el ocaso, dejando que la noche me empape de felicidad.
Cuando logré olvidarme de todo a mi alrededor y enfocarme solo en el infinito que se me presentaba en la forma de aquellas bellísimas estrellas acompañadas por una luna estupenda, comprendí que habían cosas que me diferenciaban de los demás y estuve feliz por eso. Había encontrado el motivo de mi mas profunda y verdadera alegría, la satisfacción de saber que la soledad me ayudo a apreciar cada instante que transcurre y a estar al tanto de un sensibilidad que me era desconocida, para así aprender a protegerla solo de las miradas sin vida e imaginación que rondan nuestra existencia constantemente y que jamás entenderán que especiales se ven las cosas detrás de nuestros ojos.