lunes, 2 de julio de 2012

Imanes de luz

Era domingo y empezaba a amanecer,  la ventana entreabierta dejaba pasar tan solo algunos rayos de luz.tras las persianas. Se posaban como por arte de magia sobre su cuerpo, alumbrándolo  de manera celestial como si la desnudez bendijera mi cama.
El tiempo transcurría imperceptible. Los rayos de sol no se saciaban de tocar y buscar su cuerpo dormido. No se posaban en el suelo, ni la cama , solo en su piel. Como si sus jugosas piernas y  muslos fuesen imanes de luz.
En la penumbra la contemplaba. Atónito y voraz me perdía en la luz que recorría su cuerpo como si quisiera mostrarme la eternidad. El tiempo no transcurría con normalidad, no estaba guiado por minutos ni segundos, tan solo por aquella luz a la que su blanca piel daba un brillo sobrenatural.
Por momentos pensé en despertarla, y dejar que la poesía que escribíamos juntos en esa cama, nos embista sin contemplaciones ante la desnudez. Pero preferí mirarla, con aquella luz milagrosa que entraba por la ventana y parecía convertirla en una visión celestial.
¿Como era posible que aquellos deseos impuros que sacudían  mi mente  se convirtieran en luz? ¿Qué energía cósmica la recorría para no dejar que la luz se separe de tan desnuda perfección? Tal vez solo eran mis terribles deseos por ella, o simplemente aquella energía vital que nos recorría y me hacía divinizarla.
De pronto despertó, y al mirarme con sus grandes ojos marrones y su sonrisa de niña traviesa, comprendí que el deseo tenía razón.
Tuve suerte de ver como aquella luz disfrutó de explorarla tanto como yo. Y que  estuvimos juntos aquella madrugada para aprender que el tiempo, cuando es seducido por el deseo, se vuelve imperceptible y eterno.




domingo, 17 de junio de 2012

Densidad

Cuando la codicia se apodera de  una persona, es tan poderosa, que es imposible liberarse de su cruel dominio. Y sin duda Adip Faizun, era el blanco perfecto para diseminar su crueldad.
La avaricia le presentó un sueño que lo mantuvo despierto todas las noches. Un sueño que se volvió una obsesión con el pasar de los días e hizo que  desapareciera la bondad de su vida: Ser millonario y dejar al fin esa vida de pobreza que tanto aborrecía.
Con el tiempo la avaricia lo dominó por completo. Y le enseño a Adip a mentir y robar de infinitas maneras, cada una mas  exquisita y sutil que la otra, con tal de satisfacer su hambre de codicia.
Usó, sin importar a quien hiriera, esa  forma natural de mentir que le enseñó la ambición, con tal de cumplir con sus sueños de grandeza. En su rostro no se podía ver la maldad. Sus ojos provistos de un brillo magnético y una sonrisa capaz  de convencer a un ateo de rezar, le daban el disfraz perfecto para cometer sus delitos.
Fue tanta su destreza en aquel arte, que nadie comprendió en que momento  hizo  dinero. Sus familia y  amigos jamás supieron como fueron timados por aquel bandido de sonrisa hipnótica.
No era mucho lo que juntó en todo ese tiempo. Pero a veces, de tanto desear como encontrar salidas, la mente, incansable musculo de respuestas, nos sorprende con su reacción.
Y fue así que consiguió lo que quería, un terreno grande y listo para explorar. Se había encontrado petróleo por la zona y algo muy dentro le decía que en las profundidades de ese lugar, enterrado en el subsuelo, ríos de oro negro fluían incansables.
Contrató un taladro de perforación y una excavadora. Por un lado, el taladro buscaba profundamente en la tierra, mientras Adip veía como la excavadora terminaba con el inacabable pozo.
Se hizo de noche y gritos de algarabía se escucharon en el campamento. !PETROLEO! , grito el conductor del taladro perforador. Adip , al ver como brotaba de su pozo, como una gran piscina de oro negro, se dejó sumir por la alegría de su codicia y quedo perplejo.
Reaccionó unas horas después, cuando estuvo en completa soledad y  comprendió lo que ocurría, finalmente era rico. Pero su ambición fue mas poderosa  y saltó al hondo pozo. Se regocijaba mientras se hundía hasta lo mas profundo, sintiendo la viscosidad del petroleo embarrar toda su piel. Cuando le faltó el aire, quiso subir y vió que era imposible. Tan solo atinó a gritar en silencio !Maldita Densidad!, mientras movía los brazos desesperado intentando emerger de la oscuridad. 

martes, 29 de mayo de 2012

Guerra al amanecer

Pasaba las noches en completo reposo, como si el sueño le diera la tranquilidad envidiable de un oso hibernando. No despertaba con ruidos ni la inquietaban pesadillas en aquellas noches de completo descanso.
Sin duda, Soledad Barrett era una chica con suerte. De belleza inigualable, sin problemas que la aquejen, con un trabajo estupendo y una familia aún mejor. Jamás le faltó un pan en la mesa ni dinero para comprar lo que necesitaba.
Pero la vida es extraña y cuando parece que tenemos todo y que la felicidad total esta cerca, sucede algo que nos cambia. Algo que destruye los días perfectos y se lleva la calma de ellos. El transcurso claro del pasado, se transformó en un instante, en desesperación e impaciencia.
Soledad de pronto perdió esa calma perfecta y sus sueños fueron acabándose poco a poco, secándose como un charco de agua en el árido desierto. Lo que antes fue paciencia y tranquilidad, se transformó en nervios y dudas debido al cruel insomnio.
En el pasado solo despertaba cuando le dolía el cuerpo de tanto descanso. Ahora, no lograba juntar los párpados cuando su cuerpo cansado le pedía reposo.
Noches enteras en vela, durmiendo tan solo dos o tres siestas de media hora, la habían cambiado completamente. Su belleza incomparable y su sonrisa eterna se fueron marchitando. El cansancio hizo de su rostro lustroso una mascara de vejez. Ya no le importaba nada, no quería saber de su familia y aún menos de su trabajo.
Buscó salidas para al fin vencer a aquella tormenta que le quitaba la vida. Probó pastillas, relajantes y agua de azahar pero ninguna dio resultado. Fumó marihuana, orégano, calea entre otras plantas y tampoco pudo vencer aquel maligno insomnio.
Peleaba todas las noches con sus nuevas almohadas ortopédicas que prometían sueños perfectos y placenteros, y aún así jamás logró conciliar el sueño por mas de un par de horas.
Y una noche, en una de esas guerras que parecían durar toda la eternidad mientras la noche se volvía amanecer. Golpes de piedras en su ventana la levantaron como si estuviese poseída. Cuando se asomó vio una sombra que le pareció conocida. No estaba segura de quién la llamaba, solo lo supo cuando escuchó la voz que le decía, Discúlpame Sole.
En sus oídos penetró aquel sonido como viento dulce. Una sonrisa magnífica se esbozo en su rostro triste. Era lo que buscaba para vencer finalmente en aquella guerra infernal con el insomnio, y en ese instante, con una sonrisa resucitadora cayó en el suelo rendida, y al fin durmió.