domingo, 17 de junio de 2012

Densidad

Cuando la codicia se apodera de  una persona, es tan poderosa, que es imposible liberarse de su cruel dominio. Y sin duda Adip Faizun, era el blanco perfecto para diseminar su crueldad.
La avaricia le presentó un sueño que lo mantuvo despierto todas las noches. Un sueño que se volvió una obsesión con el pasar de los días e hizo que  desapareciera la bondad de su vida: Ser millonario y dejar al fin esa vida de pobreza que tanto aborrecía.
Con el tiempo la avaricia lo dominó por completo. Y le enseño a Adip a mentir y robar de infinitas maneras, cada una mas  exquisita y sutil que la otra, con tal de satisfacer su hambre de codicia.
Usó, sin importar a quien hiriera, esa  forma natural de mentir que le enseñó la ambición, con tal de cumplir con sus sueños de grandeza. En su rostro no se podía ver la maldad. Sus ojos provistos de un brillo magnético y una sonrisa capaz  de convencer a un ateo de rezar, le daban el disfraz perfecto para cometer sus delitos.
Fue tanta su destreza en aquel arte, que nadie comprendió en que momento  hizo  dinero. Sus familia y  amigos jamás supieron como fueron timados por aquel bandido de sonrisa hipnótica.
No era mucho lo que juntó en todo ese tiempo. Pero a veces, de tanto desear como encontrar salidas, la mente, incansable musculo de respuestas, nos sorprende con su reacción.
Y fue así que consiguió lo que quería, un terreno grande y listo para explorar. Se había encontrado petróleo por la zona y algo muy dentro le decía que en las profundidades de ese lugar, enterrado en el subsuelo, ríos de oro negro fluían incansables.
Contrató un taladro de perforación y una excavadora. Por un lado, el taladro buscaba profundamente en la tierra, mientras Adip veía como la excavadora terminaba con el inacabable pozo.
Se hizo de noche y gritos de algarabía se escucharon en el campamento. !PETROLEO! , grito el conductor del taladro perforador. Adip , al ver como brotaba de su pozo, como una gran piscina de oro negro, se dejó sumir por la alegría de su codicia y quedo perplejo.
Reaccionó unas horas después, cuando estuvo en completa soledad y  comprendió lo que ocurría, finalmente era rico. Pero su ambición fue mas poderosa  y saltó al hondo pozo. Se regocijaba mientras se hundía hasta lo mas profundo, sintiendo la viscosidad del petroleo embarrar toda su piel. Cuando le faltó el aire, quiso subir y vió que era imposible. Tan solo atinó a gritar en silencio !Maldita Densidad!, mientras movía los brazos desesperado intentando emerger de la oscuridad.