martes, 23 de diciembre de 2008

Empezando a volar

Cuando Mateo se recostó boca abajo al borde del acantilado estaba seguro de haber olvidado todos sus miedos; y totalmente confiado que al fin lograría surcar los aires sin necesidad de alas o algún artefacto especial, tan solo con la voluntad de su cuerpo.
Cada vez que pensaba en volar, desde que era niño, el corazón parecía salirsele del pecho y el estomago se le retorcía haciéndolo vomitar hasta que caía cansado del dolor y sin fuerzas. Todas las noches soñaba con lo mismo y cuando despertaba también.
Patricia sabia de ello desde que se casaron e intentaba ayudarlo porque confiaba solamente en él a pesar de sus prácticas poco lógicas. Había logrado concentrarse para extinguir el miedo y a base de intentos consiguió, luego de muchas frustraciones, separarse totalmente del piso mas de una vez, aunque por algún motivo prefirió guardar este secreto solo para el. Por otro lado, ella había empezado a desconfiar con el tiempo, dudaba sobre si su esposo era un visionario o simplemente un loco con ideas descabelladas. La seguridad con la que emprendía cada nueva aventura, la debilitaba y la llenaba de miedo por perderlo.
Se enamoró de Mateo cuando veía que nadie le prestaba atención, porque siempre se enfrascaba en ideas imposibles que intentaba cumplir a toda costa, incluso exponiendo su integridad. La impresionaba ese modo especial y fuera de lo normal de encarar la vida.
Trató sin mucho éxito de convencerlo para no intentar vencer lo improbable, como encontrar el modo de respirar bajo el agua, de correr de espaldas mejor que de frente y atrapar balas con sus manos, pero siguió intentando enfrascado en sus ideas estrafalarias. No logro completar de buen modo ninguna de sus aventuras pero cada día que algo le salía mal sentía que iba acercándose a cumplir con su objetivo principal, comprendía que sus facultades se acrecentaban tras cada tropiezo y sabia que lograba aprender de lo que otros no pueden porque no lo intentan.
Las personas lo veían como un loco descarriado, decían que estas estupideces habían mermado su capacidad de raciocinio además de su visiblemente dañado aspecto físico. Cada vez iba mas lejos en sus ideas y se embarcaba en las cuestiones mas extrañas e inauditas sin importarle en absoluto lo que la gente pensaba, solo quería lograr lo que nadie y no quedaba duda que era posible porque el miedo, el único que lo contenía, había desaparecido finalmente.
Mateo se encontraba con el mentón en el aire mirando hacia el precipicio, se sentía cómodo y tranquilo observando las rocas y el riachuelo que se encontraban a unos cientos de metros hacia abajo. Patricia lo tomaba de las piernas angustiada como para asegurarse de que no resbalara; temía perderlo porque a pesar de su locura jamás conoció a nadie que hiciera su vida tan feliz y le diera cada día una nueva ilusión para vivir; pero sabia que no se encontraba bien y debía de cuidarlo sobre todo ahora que la seguridad, tras tantos tropiezos, recompuso el semblante de su esposo.
El no quería decirle que hacían allí para no alarmarla con la idea, pero necesitaba a alguien que lo ayudara a supervisar su vuelo y que fuese testigo junto a una filmadora del primer hombre capaz de volar sin artificios.
Cuando Mateo le dijo que lo suelte, su cuerpo empezó a temblar. Cuando le pidió que tomara la filmadora, ella no supo que hacer más que confiar en lo que le pedía. De inmediato ella le pregunto que haría y el contesto que confié en el tanto como confiaba en ella y que por nada del mundo deje de filmar.
Empezó a correr y cuando estuvo al borde del acantilado salto con todas las fuerzas posibles cuando Patricia lo filmaba y veía desaparecer del lente mientras caía. Dejo la cámara y llorando desesperada fue corriendo a ver en donde había ido a parar su amado y antes de llegar al borde del precipicio escucho como el viento le soplaba desde arriba a los oídos un sonido que retumbaba como un eco dentro de su cuerpo y le decía ¡Al fin podré enseñarte a volar!

miércoles, 17 de diciembre de 2008

La Necesidad de Llorar

De niños solemos llorar por cualquier situación adversa o que no nos guste con tal de hacer valer nuestros deseos. Cuando vamos cumpliendo años la cantidad de veces que lloramos va disminuyendo porque nos damos cuenta intrínsecamente que no todo en el mundo es intentar hacer valer nuestra voluntad sobre otros para que nos sigan porque con el tiempo las personas nos hacen cada vez menos caso.
Sin duda dejamos de llorar porque notamos que empiezan a no tomarnos en cuenta y que ni siquiera una rabieta lograra hacer que seamos el único punto de atención, como solía ser antes cuando éramos niños; o no lo hacemos porque la vergüenza y el orgullo manejan nuestra vida ahora, mientras en el pasado la manejaba la imaginación y el ego.
Crecer implica darnos cuenta mediante hechos que realmente estamos solos en esta vida, que a pesar del amor que la gobierna, no somos capaces de comprender que las personas viven su propia realidad de acuerdo a lo aprendido. Algunas siguen llorando y otras aguantan la necesidad de llorar porque nada las afecta o porque algo las afecta tanto que niegan realmente las ganas de dejar que el alma se exprese totalmente en forma de lágrimas.
Queremos siempre parecer más grandes, demostrar seguridad y sentirnos importantes porque ya no nos tratan como a niños, pero ¿es justo para nosotros mentirnos de ese modo? ¿Es lógico querer ser mayores, tener hijos y dejar una descendencia en un mundo que sigue jugándonos malas pasadas? No hay duda que es una buena idea, solo si de vez en cuando lográsemos escondernos en algún rincón seguro, para luego intentar concentrarnos y empezar a expulsar toda la verdad convertida en lágrimas que vamos acumulando con el vivir y que no somos capaces de expulsar porque el las escondemos sin querer, debido al orgullo y la vergüenza que se sumergen cada vez mas profundo en nosotros con el pasar del tiempo.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Cortejo Funebre

El viento soplaba como nunca antes ese día, de un modo casi glacial como avisando que algo terrible había sucedido. Luego, una llamada desgarradora confirmo el vaticinio e hizo que la tristeza se volviera realidad; César, mi hermano, había muerto.
Sin saber que decir porque el impacto de la noticia, el viento gélido y la desolación habían congelado mis palabras, apenas respondí con sonidos inentedibles y atine a colgar. La mente se me nublo de inmediato y mientras intentaba recordar sus ganas de estar vivo, me hundía en la melancolía de saber que no lograría encontrar su sonrisa nuevamente de mi lado. Solo se que me sentí un desalmado porque ninguna lágrima recorrió mi cara a pesar que llevaba un dolor inexplicable y punzante que no me dejaba respirar normalmente entre el ombligo y la pelvis. Recién reaccione de la estupefacción cuando me encontré manejando junto al cortejo fúnebre hacia el cementerio y una larga fila de autos con las luces intermitentes titilando iba delante de mí.
Me situaba detrás de la camioneta que portaba los arreglos florales los cuales iban desprendiéndose y golpeando mi ventana para terminar deshaciéndose luego del impacto. Las lagrimas empezaron a caer de mis ojos como una tempestad en la selva tropical, mientras los pétalos destrozados quedaban revoloteando sin sentido en el aire como bailando una danza singular a su despedida, como aquellas noches donde se jugaba la vida en cada sonrisa que daba.
Estaba atónito al ver como los pequeños capullos de las distintas flores iban esparciéndose entre el viento y la velocidad de los autos, formando un arco iris multicolor frente a mis ojos. No aceptaba ver por el retrovisor a la infinita fila de autos que venían detrás del mío y aun menos fijar la mirada en las luces intermitentes de los mismos que me hacían recordar porque me encontraba allí.
Solo quería seguir viajando junto a aquellos pétalos desprendidos y su danza perfecta que me ayudaba a olvidar la tristeza de tener que ir al funeral de un ser especial y a su vez mostrarme que su alegría seguiría danzando eternamente en mi vida y en cada trazo de felicidad que pudiese observar.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Cuando parte la inspiración

Tener la suerte de encontrar algún objeto o persona que sea motivo y móvil de inspiración es una virtud que muchos poseen pero pocos utilizan. Es necesario aprovechar al máximo esos momentos en donde las ideas, sentimientos y palabras fluyen con tanta presteza que nos impresionamos de lo que somos capaces de producir o hacer. ¿Porque es necesario aprovecharlos? Porque son tan pocos y tan preciados que seria como agotar las ultimas gotas de agua de una cantimplora en el desierto.
La inspiración aparece porque idealizamos algún objeto o persona para aprovechar el sentimiento, la pasión y la energía que nos brinda para hacer que nuestra creatividad nos de felicidad y al ampliarse al máximo vivamos en un paraíso creado por nuestra propia razón; pero también desaparece y cuando esto ocurre el mundo empieza a oscurecerse y perdemos las ganas de sentir la sangre atravesar nuestras venas con la potencia de un caudal en expansión, de dejarnos llevar por los sueños que aun nos esperan y de enfrascarnos en un laberinto de ideas tristes que parece nunca acabar. Cuando nuestro objeto de felicidad desaparece o pierde el brillo divino con el que lo rodeamos para tomarlo como ideal, solemos sentirnos perdidos e increíblemente nostálgicos, porque vemos ya lejos la pasión y la esperanza que teníamos en ello para ayudarnos a crear y ser mejores.
Todo es vaivenes en la vida.
Todo tiene un pico y una caída vertiginosa que nos hace pensar dos veces en lo ocurrido y arrepentirnos cuando aun (supuestamente) no es tarde. Las segundas oportunidades son necesarias para que nos comprendan y para aprender. Somos entes que no nacen sabiendo y que muchas veces necesitan ver el reflejo de una mirada sin vida para entender que hacen las cosas mal. Sin las segundas oportunidades no se puede demostrar lo capaces que somos de no repetir nuestro error y todo lo que podemos entregar luego de ese arduo proceso de mejoría.
Que difícil es caer y aun mas recuperarse, sobretodo porque para caer tuvimos que estar en algún lugar mas alto que nos hacia sentirnos increíblemente afortunados de contemplar la felicidad en su estado mas simple; tan deliciosa y perfecta que jamás pensamos perderla. No hay duda alguna, todo va y viene en esta vida, la inspiración, el amor, las personas, las miradas, la vida, la salud, las penas y las alegrías, lo necesario es reconocer en que momentos viene y cuando esta a punto de irse para no tener que atravesar el infierno sin estar listo para ello.

jueves, 4 de diciembre de 2008

El árbol extraño

Un día en una excursión por cavernas jamás exploradas, un biólogo escucho un sonido seco y repetitivo que sonaba como el caminar de un gigante. No pudo con su curiosidad de aventurero e ingreso tambaleándose sobre el suelo de piedras. Dentro encontró un árbol gigante que a primera vista parecía petrificado. Sus ramas eran plomizas y robustas como si de aquel árbol hubiesen colgado animales en vez de frutos. El tronco era igual aunque su ancho era el mismo del de las ramas.
Cuando se acerco pudo observar que la corteza que parecía de piedra era de madera; una madera plomiza que jamás había visto antes. Escarbo un poco entre las rocas debajo y vio las raíces inmensas que se hundían entre el mar de piedras. Era un árbol muy extraño porque aunque no le caía el sol ni estaba plantado sobre tierra fértil seguía pleno de vida..Siguió investigando porque el sonido no cesaba y encontró otros árboles iguales. Algunos mas grandes que otros. Observo que en lo alto de sus ramas crecían pequeños frutos que no llegaba a distinguir debido a la altura y la oscuridad del lugar.
Intento llevar un poco de aquella madera plomiza y dura que jamás había visto para enseñarle a la sociedad su nuevo descubrimiento; pero la corteza, a pesar que intentaba desprenderla con una navaja de acero, era demasiado dura. Al no poder lograr su cometido, decidió subir al árbol e intentar ver cual era el fruto que daba este extraño espécimen. Trepo hasta que llego a una rama, se encaramo en ella y fue en búsqueda del fruto. Cuando estuvo a punto de llegar resbalo un poco y quedo colgando de ambos brazos. El fuerte movimiento hizo que el árbol temblara al igual que sus ramas. Los frutos de arriba le cayeron encima con tanta potencia como las rocas heladas de una granizada.
No pudo mantenerse agarrado debido al impacto y cayo pesadamente sobre las piedras sobre las que crecía el árbol. Sus huesos estaban destrozados pero el biólogo aun seguía con vida mirando boca arriba, aunque el impacto al caer al suelo lograra el mismo efecto que cuando se resbalo en la rama del árbol.
Abrió bien los ojos y por fin entendió que su descubrimiento jamás seria conocido, venían cayendo nuevamente los frutos desde arriba, una lluvia de piedras en un bosque de inútiles árboles de piedra.