lunes, 28 de marzo de 2011

Vanos Rituales

Debo de aceptar que en la pubertad, entre tantas dudas, hubo un momento en el que me volví un esclavo del espejo. Me preguntaba ¿como me verán los otros? cuando me veía en él todos los días. Lavaba mis dientes, y hasta me peinaba buscando en el fondo de mi mirada alguna respuesta a todas las dudas que me daba el crecer.
Así fue que un día, luego de bañarme, limpie el vapor del agua en el espejo para repetir el ritual al que estaba acostumbrado. Siempre adoré la calidad de reflejo que daba ese espejo en particular. A veces algunos espejos nos muestran como queremos vernos: despejados, jóvenes y felices. Pero esta vez, me note distinto. No me recordaba así. Mi reflejo no era el que solía ser, me veía raro, como si mi rostro hubiese cambiado, como si no fuera yo el que se analizaba allí.
Pensé que el vapor del agua había estropeado el espejo. Tal vez había engordado o bajado de peso, pero la balanza me hizo entender todo lo contrario. Intente verificar mediante un concienzudo analisis de mi rostro cual era el cambio. En mis ojos, nariz y boca no encontré diferencia. La barba rala y precoz, me mostraba un rostro distinto, pero no era ese el problema; y mucho menos algún nuevo golpe, protuberancia o deformidad se habian apoderado de mi extraña faz.
Entonces me quedé pensando, sin dejar de mirarme. Tocaba mis mejillas y nariz . Estiraba mis orejas y parpados. Y no encontré un motivo para verme tan distinto. Me angustiaba no encontrar una respuesta válida para convencerme. El desgano crecía dentro de mi y se apoderaba de la poca paciencia que me quedaba.
¿Qué había pasado? ¿Cuál era el motivo para no reconocerme?
No supe nunca que pasó conmigo. Tal vez fueron los años que me jugaron una mala pasada, y sin notarlo transcurrieron imperceptibles en segundos. O pudo ser que algún bromista simplemente cambió el espejo del baño. Lo que supe fue que al no encontrar respuestas, algo cambió dentro de mi.
Deje de peinarme y muy pocas veces volví a mirarme, o lavarme los dientes frente al espejo. De algún modo ese cambio hizo surgir mi capacidad de abstracción para dejar atrás las banalidades, y concentrarme en ir en búsqueda de la verdad. Para al fin dejar de preocuparme por idioteces ególatras como solía hacerlo cuando era niño.

viernes, 11 de marzo de 2011

Cruciales encrucijadas de una mente despistada

Hay características innatas en cada uno de nosotros. Características con las que nacemos y que nos persiguen durante toda la vida. Quien sabe porque extraño motivo jamás logramos controlarlas. Están inmersas en nosotros hasta los huesos, y la inconsciencia no nos deja esconderlas, ni tampoco huir de su implacable seguimiento.
¿Por qué no podemos escapar? Tal vez sea porque las llevamos en los genes desde que nacemos. Porque nos las transmiten durante generaciones. O porque existen energías incontrolables dentro de un mistico y profundo universo personal e interior.
La verdad, es que a pesar que intentamos cambiarlas, siempre volvemos a sucumbir ante ellas. Son poderosas, y nos dominan a tal punto, que se convierten en nuestras enemigas mas intimas.
La sociedad y los maestros luchan por enseñar a los niños a que sigan las pautas que ellos les enseñan. No se acepta a aquellos niños de mentes que buscan e indagan, no es lógico festejar a aquellos pequeños que viven intentando encontrar respuestas a lo inconcebible. Los predeterminan a obedecer y no a soñar. Los sueños son malos para una sociedad progresista, porque tal vez esos sueños jamás se conviertan en realidad, y el tiempo que costo aquel sueño inconcluso, es dinero quemado.
De pequeño, a pesar de los intentos de mis maestros, jamas pude escapar de mi mayor característica, ser despistado. No podía luchar con mi verdad, solo dejarme llevar por mi interminable forma de flotar ante la nada.
En el colegio, solía entrar en trance por culpa de canciones dentro de la mente que me alejaban totalmente de las clases. Recordaba cada letra y la tarareaba como si fuese parte de ella. En otras ocasiones, miraba la luz del fluorescente durante horas, como si en ella hubiese un mundo nuevo por descubrir.
Fue pasando el tiempo, y pesar que me enseñaron a luchar con el fluir ilimitado de mis ideas, comprendí que solo ello me brindaba una felicidad distinta a la de los otros. No vivía pensando en dinero ni mujeres, no me interesaba el poder ni el reconocimiento, lo único que pedía, que al llegar la noche, logrará ver el cielo lleno de estrellas en las noches plomas, y perderme en él.
En la universidad continuo. Pasaba las clases escribiendo, pero jamas lo que el profesor dictaba. Y aún ahora que ha transcurrido el tiempo, hay días en que quedo atrapado pensando en cosas tan insulsas como porque el viento del sur siempre sopla en mi contra, y el del norte siempre es cálido. O tan solo quedarme varado en la cama luego de despertarme, y dejar todo de lado para respirar profundo por horas, intentando comprender al aire que inunda mis pulmones de vida.
Se que allá afuera existen muchas personas como yo. Personas que intentan recordar la verdadera felicidad de la infancia, cuando aún eran totalmente libres. Cuando no luchaban por sexo, razas ni dinero, porque la sociedad no lograba convertirlos en sus secuaces.
Se que hay personas que sueñan e indagan. Personas que viven la vida dentro de encrucijadas que parecen vanas, pero que son cruciales porque nos enseñan a vivirla en su máximo esplendor sin necesidad de dinero ni poder. Aquellas encrucijadas a las que la sociedad progresista no les hace caso, porque son creadas por mentes felizmente despistadas.