miércoles, 26 de mayo de 2010

Perdiendo el tiempo

A veces me quedo durante horas frente al blanco papel y no soy capaz de escribir ni una sola línea. Definitivamente me siento extraño, como si perdiera mi innata capacidad de entregarme a extrañas cavilaciones. Cuando eso ocurre, y a pesar de mis esfuerzos por lograr lo que deseo, la desesperación y la melancolía me hacen presa de sentimientos que me incomodan a tal grado, que solo me provoca apagar la luz y dormir.
Pero hay días peores aún. Porque cuando apago la luz e intento dormir, para olvidar la incomodidad mediante el sueño y despertar para ver si mañana será un día mejor, no logro hacerlo. Entonces es cuando las cavilaciones y pensamientos llegan a mi mente en ráfagas incontenibles. Llegan con una rapidez tan abrumadora que no me permite recordar ninguna idea que se me ocurra así lo intente.
Entonces abro los ojos en la oscuridad y me pregunto si valdrá la pena perder mi tiempo intentándolo. Me pregunto si solo estoy perdiendo el tiempo. Me levanto de la cama y camino en pequeños círculos. Que luego se van agrandando, y transforman mi pequeño paseo en una gran caminata que no tiene donde acabar.
Empieza a amanecer y sigo igual. En algún momento el cansancio me agobia y caigo dormido en cualquier lugar. Cuando me despierto, parece que hubiera dormido durante días. El cambio brusco de las horas que utilizo para dormir hace que entre en un serio desfase.
Me lamento porque eso haya ocurrido, pero no se como cambiarlo. Me levanto y veo el cuaderno abierto esperándome. Entonces empiezo a convencerme de intentar escribir, pero el temor a mi mismo me lo impide.
Es así, que dejo de escribir por largas temporadas. En ellas solo me queda divagar e intentar encontrar ideas que plasmar en las blancas hojas de mi cuaderno.
Luego de tanto suplicio, llega el día en que recuerdo mis sueños con una nitidez áurea. Y de inmediato me digo ¿Quién puede perder el tiempo si lo único que hace su subconsciente es darle estos deliciosos e inigualables sustos?

martes, 11 de mayo de 2010

Viajando por el dial

Ante el aburrimiento y la tensíon que parecían no querer irse, decidí ese día intentar viajar bajo el embrujo sugestivo de la radio y sus 17 emisoras de la FM. A veces la música ayuda a resolver los problemas más descabellados, los que en ese momento se estaban apoderando de mi calma.
Escuche cada emisora una y otra vez. Las escuché tantas veces que tuve que comprar otro control remoto para cambiar el dial. En cada radio se escuchaban todo tipo de canciones, y todas con algo en común, el amor. Salsa, rock, pop, baladas y reggeton; todas al final intentaban decir lo mismo.
Luego de buscar durante casi una hora alguna emisora que pusiera una canción que no fuere tan repetitiva, me di cuenta que sería imposible. Las canciones hablaban de felicidad, de tristeza y de melancolía, pero todas vinculadas con el amor.
¿Por qué todas las canciones hablaban de lo mismo? ¿Por qué casi todos los cantautores o grupos dicen lo mismo?
Es difícil saber las respuestas. La primera conclusión que se me vino a la mente, luego de mi nefasto viaje radial, fue que los seres humanos añoran el amor perfecto. Porque les da la ilusión de felicidad eterna.
La segunda conclusión a la que llegué fue que la mayoría de oyentes no quiere escuchar canciones difíciles que los hagan pensar, sino algo fácil de aprender y entender.
Tuve muchas mas respuestas ese día, pero simplemente preferí no seguir pensando en algo que al final lograría destruir mis nervios. Tuve que aceptar que los músicos son cada vez menos artistas, y que su arte se ha visto consumido por la necesidad de vender. La mayoría solo crea bosquejos de canciones que parecen haber sido hechas en 3 minutos, o esperpentos mentirosos sobre el amor infinito como había escuchado por mi viaje en el dial.
Después solo me quedó apagar la radio. Felizmente no quise seguir con mi extraña forma de esquivar el aburrimiento y la tensión. Es un hecho que si hubiese intentado hacer lo mismo en el AM, probablemente ya no tendría radio.