viernes, 18 de junio de 2010

Eternas dudas

El camino de la vida, desde que empieza, siempre es demasiado espinoso. Nacer no es nada fácil, luchamos con millones de espermatozoides para poder fecundar al ovulo que finalmente nos dará vida. Pero la memoria es frágil y no recordamos aquel suplicio por el que pasamos para lograr ver la luz.
Crecer y no saber quienes somos, es aún peor. Buscamos una identidad que nos permita caminar tranquilos y que nos haga sentir reconfortados, pero casi nunca la conseguimos.
Intentamos encontrar en el grupo de amigos la forma de encajar. Pero un laberinto de dudas vuelve a irrumpir en nuestras vidas, al darnos cuenta que buscamos rodearnos de gente para no tener que lidiar con nuestras equivocaciones.
Dudamos día y noche, despiertos y en sueños. Dudamos desde niños cuando no somos capaces de acercarnos a quien nos gusta. Perdemos el don maravilloso con el que vinimos a la vida, por dudar de nosotros mismos.
En la adolescencia las cosas se complican más aún. Los cambios corporales y el miedo a nos saber que pasará, nos hunden en pensamientos sin sentido. Pensamientos que muchas veces solo hacen que nuestra capacidad de raciocinio se vea afectada y sólo volvamos a dudar.
Luego crecemos, y creemos que esas dudas desaparecerán con el reconocimiento laboral o con el dinero. Sentimos que eso hará que nuestras dudas de vivir desaparezcan, y a pesar que eso parece, finalmente nunca ocurre.
Pensamos que casándonos con la primera persona que conocemos encontraremos eso que buscamos en silencio desde que nacemos. Creemos que alguien, en base a cariño, nos quitará las eternas dudas que a veces parecen no querer dejarnos respirar.
Es tanto así, que vamos dudando de nuestras decisiones. Nos preguntamos millones de cosas. ¿Lo aguantare como mi compañía de toda la vida? ¿Debería de casarme? ¿Soy realmente feliz? ¿Eso es lo que debí estudiar? ¿Cuál es mi mayor virtud? ¿Por qué intento evadir la tristeza?
Y la vida sigue avanzando y olvidamos esas preguntas, y seguimos muriendo de a pocos. Escapamos de ser sinceros con nosotros mismos por luchar contra el tiempo. No aceptamos que la vida y la muerte siempre serán las eternas dudas de la humanidad, y que solo tenemos que aprender a aceptarlas y estar felices de no ser infalibles.