En vez de cerrar la ventana para protegerme del aire helado que arreciaba, preferí asomarme como un niño que disfruta como la fuerza del viento le desfigura momentáneamente el rostro para refrescarme con el viento gélido que penetraba en el auto.
Llegue a casa y luego de ponerme un abrigo, salí a caminar en busca del ocaso aprovechando lo que quedaba de luz solar. No me lo había propuesto, solo sentía una energía interior que me impulsaba a hacerlo. El reloj marcaba las 6 y el frió empezaba a arreciar cada vez con mayor fuerza. La caminata duro 20 minutos hasta que logre divisar el mejor lugar para despedirme del sol. Mientras me acomodaba, la gente transitaba sin préstale atención a tan maravillosa visión multicolor y me preguntaba porque las personas no disfrutaban de este raro espectáculo en invierno. Parecía que se había vuelto tan común que no eran capaces de sentarse dos minutos a darse un respiro y ver la energía que irradiaba un acontecimiento tan particular como el sol anaranjado ocultándose en el horizonte.
Me tome unos minutos para disfrutarlo y al fin logré entender que el sol al ocultarse despliega esa ráfaga maravillosa de colores, por un solo motivo, hacer el amor con la tierra, es un amor tan perfecto que no existen palabras ni imágenes para comprenderlo, es la creación misma enseñandonos la verdad en silencio. Mientras disfrutaba de esa maravillosa visión, iba esperando que el cielo sin nubes me permitiera disfrutar de las estrellas y la necesaria luna, que es necesaria porque alumbra en el momento donde más se necesita de luz. Las personas me observaban extrañas, mientras miraba al cielo impávido como un hombre lobo esperando su luna llena para sentir al fin su aullido. No me interesaba que pensaran, solo quería fusionándome de algún modo con el ocaso, dejando que la noche me empape de felicidad.
Cuando logré olvidarme de todo a mi alrededor y enfocarme solo en el infinito que se me presentaba en la forma de aquellas bellísimas estrellas acompañadas por una luna estupenda, comprendí que habían cosas que me diferenciaban de los demás y estuve feliz por eso. Había encontrado el motivo de mi mas profunda y verdadera alegría, la satisfacción de saber que la soledad me ayudo a apreciar cada instante que transcurre y a estar al tanto de un sensibilidad que me era desconocida, para así aprender a protegerla solo de las miradas sin vida e imaginación que rondan nuestra existencia constantemente y que jamás entenderán que especiales se ven las cosas detrás de nuestros ojos.
1 comentario:
coincido en lo que dices...
No hay nada como acercarse a la naturaleza para poder sentirte parte de algo mas grande que lo humano.
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