Algunas veces me pregunto ¿Donde quedaron todos aquellos tesoros que fueron extraviados por las cuestiones del azar en el pasado? y divago acerca de como seria si aun fuesen capaces de ser míos a pesar del tiempo aunque jamás tome una pala, el detector de metales o el uniforme de buzo para recuperarlos.
Se nos enseña que para encontrar tesoros se debe trabajar en días nublados y de sol, sin intentar conocer el resplandor de cada persona que es capaz de quitarnos todas las dudas con una sola mirada, nos dedicamos a conocer su forma pero no su fondo. Escapamos de nosotros mismos y eso no nos deja reaccionar ante situaciones adversas como es debido y a cambio nos rodeamos de silencio y nostalgia.
Siempre existen días donde todo cambia aunque sea momentáneo. Salimos en búsqueda de aquellos tesoros extraviados en este mar de gente y optamos por llenarnos de su brillo sin par, aunque estén ocultos, nosotros somos felices de bucear en su pasado y dejar que el presente haga un mejor futuro gracias a ellos y su sabiduría en forma de silencio.
Obtener la pureza de su brillo, la riqueza en un cofre lleno de ansiedad por compartir y luego cuando somos capaces de tomarlo como nuestro solo dejamos que la vida nos fulmine con la verdad: el ser humano siempre será un buscador de tesoros, un eterno soñador que jamás se conformara con buscar y encontrar, porque seguirá buscando.
En cambio yo soy un perdedor de tesoros, un simple arlequín de la vida que espera con el corazón en la mano quien sea capaz de encontrar la llave de un cofre lleno de los tesoros que encontró indagando en el camino y fue guardando junto a su pecho y entrañas para solo compartirlo con quien sea capaz de tomarlo como suyo durante la eternidad.