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Pasar los días enteros tirado en el sofá mirando la televisión después del trabajo me estaban matando. El exceso de peso y el cansancio se habían vuelto mi rutina diaria. Casi no salía de casa y mi noche se pasaba en un segundo haciendo zapping sin encontrar algo que realmente me gustara.
Hasta que un día me di cuenta que me había vuelto un enfermizo televidente, y al sentirme mal conmigo mismo comprendí que algo debía de cambiar en aquella perezosa rutina para dejar de sentirme de ese modo.
Así fue que deje de ver televisión. Pasaba el día idiotizado frente a la caja de imágenes que solo me hacía perder el tiempo e intentar llenar junto a ella, esos vacíos que da la soledad cuando no la soportamos.
Que difícil se me hizo quitarme de la cabeza la necesidad de ver esa caja boba. Empecé a comerme las uñas, a fumar tabaco, a mirar el techo y hasta aprendí realmente que era la gula. Simplemente no sabía como cambiar aquella rutina que me tuvo idiotizado durante tanto tiempo. No encontraba el modo de sacar de mi organismo aquella infernal droga televisiva. Note que se había vuelto una rutina muy poderosa y desastrosa en mi vida, y me mantenía estupefacto frente a la pantalla como un zombie, sin decisión sobre mi vida.
Solo entonces fue que decidí salir a la calle a pensar en como lograr deshacerme de aquel maldito hábito con una larga caminata, y así aliviarme de la pesadez de pasar las horas haciendo nada.
Afuera mientras caminaba volví a sentirme respirar. Recordé como prestarle atención al viento y a las hojas de los árboles revoloteando ante su asombroso poder. Disfruté del olor de las flores, del dulzor del rocío y de un atardecer primaveral recostado bajo la sombra de un gran roble.
Al fin logré sentir de nuevo la vida y me dí cuenta que ella no estaba hecha para correr al televisor y ver un programa o repetir la misma rutina todos los días. Comprendí verdaderamente que aún había muchos caminos por conocer, muchos atardeceres con que soñar, muchos libros por leer, muchas miradas que disfrutar y muchas historias nuevas y distintas que vivir.
Finalmente pude dejar de ser un adicto de aquella droga, que a pesar de no parecer peligrosa, era la que me estaba quitando la vida, programa tras programa, comercial tras comercial.