![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgiLZ_ZBGDZmp0QH-8cZ0Rvf7R_P0opuSgB1dXjSJFALWoGDT_oJA0r-nND8yI8_JjhjxULzJdLzFGY_t4BlsTcv7diHvQDslzna7n6_6afKrjo8ALolqJvDYlfOXi8xSELEGehdHZEF33-/s320/muerte.jpg)
En el pasado, mas de una vez me sacudió el impacto abrumador de ver las puertas oscuras cara a cara. El susto venía acompañado por un tipo de helada y extraña electricidad que recorría mi espina dorsal, como si mi cuerpo utilizara toda su energía vital para electrocutarme.
No sé si enfrentar a la muerte sea un estigma o simplemente un triste don al que estoy atado por siempre. No sé si este predestinado a recibir sustos y golpes tan fuertes que afecten mi manera de ver la vida con el pasar de los días. Lo que se, es que vivir del modo que lo hago, con ganas sublimes de enfrentar lo indecible, me seguirá dando esos terribles sustos. Sustos, que por mas aterradores que sean, debo de intentar entenderlos y aprender de ellos, o probablemente no volveré a tener otra oportunidad de vivir.
Debo aceptar que la vida me planteo en diversas oportunidades la posibilidad de enfrentarla cara a cara. A pesar que hasta ahora siempre salí airoso, cada enfrentamiento dejó huella en mi forma de ver el mundo, y sobretodo en mi cuerpo y mente. Fueron golpes que calaron tan profundo que se volvieron ideologías, temores y conocimiento.
Es momento de sentarme a pensar y respirar profundo. Para convencerme de aceptar que cada vez que me enfrento a un acontecimiento mortal, me acerco mas a comprender la vida. Y que aquella sonrisa fatal y tentadora que he visto más de una vez invitándome al lado oscuro, será una compañera eterna a la que debo de hacer esperar, porque aún no me he colmado de vida ni conocimiento, porque aún no he aprendido bien el arte de morir.