Hace algunos años viaje a Europa luego de haber juntado durante toda mi niñez para lograrlo. A pesar de mi deplorable estado financiero logre al fin embarcarme hacia el viejo continente. Pensaba pasar dos o tres semanas para intentar buscar un trabajo y ver si podía lograr quedarme en aquel lugar, sin duda seria una experiencia necesaria de crecimiento.
Pasaban las semanas y nadie quería a un sudaca en sus instalaciones, por primera vez sentí el desprecio de mucha gente directamente, en algunos lugares no importa el color de piel para segregar, tan solo se necesita un pasaporte de un país en subdesarrollo y un acento desconocido.
Vagar por las calles sin lugar donde dormir te ayuda a crecer a pasos agigantados además de hacerte híper sensible a lo que ocurre a tu alrededor [sin la protección de un hogar ¿Quien otro para cuidarte bajo la luz de la luna?]. Debido a esta especie de vagabundez en la que viví por ese tiempo, en las calles conocí millones de cosas y situaciones como cual era el verdadero valor de un diario sobre todo cuando sirve para calentarse en las noches a la intemperie, que lugares en los parques no tenían regadores para no tener que despertarse empapado, la dicha de tener los árboles para que nos den cobijo y para empezar a capturar el sueño cuando no se puede dormir el juego japonés de números llamado sudoku. Lo divertido de este juego es poder hacer que la mente busque salidas donde parece no haberlas además de lograr que los ratos donde no se tiene nada que hacer se vean cubiertos por la tensión de encontrar el numero correcto.
Es así que a dos días de conocerlo ya era adicto a este pseudo juego y aun mas debido a mi constante subir y bajar de los trenes [en los que uno siempre se aburre] que me llevaban por ciudades donde seguían rechazándome. En los trenes había cantidades de diferentes periódicos para los pasajeros, todos en su interior llevaban dos o tres cuadros del juego los cuales completaba impaciente para matar el tiempo y antes que cualquiera me ganase la puesta de mano. Luego encontré unos libros con 1000 sudokus para resolver. No conseguía trabajo y mis recursos, que eran muy pocos, se iban agotando pero por momentos eso no importaba, mi habilidad para hacer sudokus me impresionaba, lograba terminarlos en solo 3 minutos, aun siendo del nivel mas alto y eso me mantenía indistinto a lo que ocurriese a mi alrededor. En uno de tantos ida y vuelta de Granada a Valencia y con un libro de sudokus por acabar, se sentó a mi lado un periodista alemán y al ver mi celeridad en este juego entablo conversación conmigo. Me comento que la rapidez con que llenaba los cuadros era algo que nunca había visto y que mi razonamiento lógico debería de estar por encima del de los demás, por esto me propuso a viajar a Mallorca porque tenia un trabajo que ofrecerme, que lo piense y le responda luego de su siesta. Al fin! Era mi primera posibilidad de conseguir trabajo y por supuesto tuve que contenerme hasta que despertara, estaba decidido a tomar esta nueva experiencia. Apenas se durmió el alemán, proseguí con acabar finalmente el pequeño libro de 1000 sudokus que había comprado. Al terminar, me di cuenta que no podía detenerme, veía números por todos lados y la necesidad de seguir resolviendo recuadros se hizo tan imperiosa que fui al comedor del tren y recopile todos los periódicos que pude. Eran 10 diferentes diarios con un total de 30 sudokus. Empecé a hacerlos uno por uno sin chistar, apenas respiraba, no sentía el tren moverse ni detenerse y mis ideas iban fluyendo solo en la infinidad de lugares donde debía de colocar los números del uno al nueve. Cuando termine, note que el tren estaba detenido y que ninguna persona rondaba los vagones; el alemán que me ofreció trabajo no estaba más y mi parada había pasado hace 2 horas. Cuando me vi solo en el Terminal de Barcelona, entendí que mi habilidad no radicaba en un razonamiento lógico o numérico excepcional sino en la facilidad para concentrarme totalmente en cuestiones inútiles y olvidarme de lo que ocurre a mi alrededor.
1 comentario:
Los pedestales nunca son buenos. Y sobre todo si eres alto, porque la caída duele más.
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