Paso el tiempo y con la idea fija de conocer el paraíso donde nació Pizarro llegue a España. Tome un auto y de inmediato fui a visitar Trujillo. Al llegar a la plaza y ver una pileta de aguas marrones y una estatua de bronce a la cual no se le podía ver el rostro porque un gran casco se lo tapaba, me desilusione tanto que no hice mas que volver a reír.
Aún no había visitado la casa donde nació y ya imaginaba el lugar a donde iba, una morada de criadores de puercos de 1500. A la entrada de la casa una señora que fungía de portera, muy servicial procedió a cobrarnos por los boletos de ingreso. En estos se encontraba dibujada una parte de los Comentarios Reales del Inca Gracilazo de la Vega. Al verlo se esbozo una sonrisa verdadera en mi rostro, se reconocía fuera de mi país la importancia de este personaje histórico, el regocijo interior fue tan grande como el que siente un exiliado cuando escucha su himno nacional fuera de la patria. Justo cuando iba a entrar y ante la cara de espanto de la portera al no saber quien era el que había hecho dichas inscripciones, solo pude sentarme y ponerme a pensar. ¿Estaba en la entrada pero porque pasaría? ¿De que sirvió que alguien haya logrado llegar hasta allá en búsqueda de la verdad y solo encontrar desilusión?. Me levanté nuevamente e instruí sobre aquel personaje a la señora. Lo agradeció y me pidió que entrara a ver el lugar. Me negué rotundamente y regresé a la pileta sucia de la Plaza de Armas de Trujillo.
Solo allí y lejos de mi patria, realmente me di cuenta de la necesidad de nuestro país de proteger a sus verdaderos héroes, que no son aquellos que murieron por salvarnos en las guerras que perdimos, sino aquellos que dejaron una huella tan marcada en una historia que no debemos olvidar.
Ese día entendí que en todos lados existen personas sin educación ni principios y que en vez de decirle Conquistador a un criador de cerdos, deberíamos de acrecentar el valor de nuestros verdaderos héroes para olvidar nuestro pasado esquivo y construir un futuro mejor aceptando las verdades de nuestra nación mestiza e ilimitada, como el Inca mestizo que me lo enseño aquel día.