Esto no lo apreciaban los demás, pensaban que era mejor verla caminar majestuosa a conversarle, preferían simplemente agasajarse con su presencia a aguantar su silencio. Eso lo percibía, sabia que ella no estaba interesada en ser escuchada pero si tenia la necesidad de escuchar. Un día, luego verla en una fiesta, a lo lejos junto a un grupo de conocidos en común, entre copa y copa, el silencio hizo que lográramos juntarnos en el destino esquivo en esos momentos de eternidad. Jamás creí que quisiera acompañarme y dejar ese lugar rodeado de gente como ella, majestuosa e intrigante, pero sucedió.
Estaba allí sin saber como, conmigo alguien sin futuro y que solo tenia la virtud de decirle la verdad. Tal vez por eso había escapado junto a mi, fuera de aquel lugar idílico para ella e incomodo para mi. Estaba embelesado y confiado, porque creía realmente en lo que su mirada entregaba y porque presentía que necesitaba decirme algo especial. Esto hacia que los límites de la ilusión desaparecieran ante mis ojos, era una diosa de carne y hueso solo para mí.
Caminamos en la calle muy juntos sin decirnos una palabra, entramos al primer bar que pudimos trastabillando y escapando de la lluvia que asomaba. Las copas fluían sin descanso, la miraba con paciencia y con ello aprendí a descansar del miedo y dejarme llevar por la seguridad que me brindaba. Todos en el lugar nos observaban y ella lo sabia, por la forma como tomaba, parecía que no quería que lo dejaran de hacer.
Tomaba mirándome y no decía palabra alguna, mientras me esforzaba por llenar el incomodo silencio que nos rodeaba parloteando de cualquier tema que se me ocurriera, ella paseaba su dedo en círculos moviendo los hielos de su whisky doble. Luego de unos vasos volvió a mirarme, sus ojos habían cambiado, y cuando al fin decidió hablar, de su boca salieron palabras llenas de odio y resentimiento. El impacto me dejo impresionado, su carácter era el de un dictador que tiene el mundo a sus pies, su demonio interno se veía a través de sus ojos, el alcohol recorriendo su cuerpo y se mostrándose por medio de palabras voraces e irrepetibles.
Estaba sorprendido y asustado, hace solo un momento me encontraba en la gloria y ahora no sabía como escapar de ese demonio enfurecido al que tenía que cuidar. Era un sueño vuelto pesadilla y no tenia la menor idea de que hacer, la paciencia se me agotaba y la vergüenza convertida en sangre iba brotando y pintando de rojo mi rostro.
Pude soportar unos momentos su forma mas detestable, mientras le preguntaba con voz temblorosa ¿Porque no nos vamos de aquí? Ella no contestaba, solo seguía gritando ebria en golpeando la mesa. Al recordar el principio de la noche, me di cuenta que sobria era un ángel y ebria un vendaval insoportable, así que decidí intentarla hacer vomitar, necesitaba volver a ver su lado angelical, era el único motivo por el que seguía allí aguantándola.
Cuando la tome del brazo para hacerlo, abrió los ojos y me miro con más locura aun, empezó a tirar vasos y a decir que era la reina del mundo.
Solo pude levantarme de la silla, tomarla de los hombros y arrastrarla al baño para gritar con todas mis fuerzas "Vomita carajo", mientras ella seguía forcejeando y maldiciendo.
En ese momento entendi el silencio de la manzana, que cuando esta podrida, ni aunque brille con un color sobrenatural y parezca perfecta o distinta por fuera es capaz de convencernos que es la mejor manzana, porque una vez que la vemos por dentro esta inservible y podrida; y el tiempo la seguirá empeorando.
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