A pesar que es imposible saber que cruzaba por su cabeza cada vez que le atraía una mujer, es factible que le haya ocurrido lo que a la mayoría de hombres, el instinto animal o la necesidad de poseerlas se volvía su bandera y olvidaba todo lo demás con tal de mantener contento a su amor de turno. Mataba hombres y destruía castillos por la felicidad de su amada o para obtener una nueva. Parecía un animal salvaje que solo se domaba una vez que olía el perfume de la sangre o veía los labios brillantes de una bella doncella esperándolo; solo así resucitaba luego de cada muerte y dejaba ver el lado claro que estas habían ocultado en su persona. Al fin lograron comprender que una bella mujer siempre es el punto débil de muchos hombres, hasta de brutales asesinos como el. Lograron convencerla y lo sedujo, se enamoro de Dalila y al fin le revelo su secreto. De inmediato lo atraparon y le cortaron el pelo. Sucumbió ante un poder mayor que el de la fuerza, la mente.
Estaba condenado a morir por su estupidez, creer que alguien podría querer a un asesino de esa magnitud y además revelar su divino secreto fueron sus grandes problemas. Tenía todo y lo desperdicio por no cuidar con calma e inteligencia el motivo de su fuerza.
Era una pena que muriese de ese modo, engañado por una mujer, ciego y aplastado por los escombros de una ciudad que por venganza quería destruir. Aunque la gran verdad es que desde el momento que cayo en manos de Dalila estaba cegado como todos los poderosos que sucumben ante una mirada de deseo y pierden el hilo de su verdadera realidad pensando en el amor.
Sin duda, la culpa siempre fue de Sansón.
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