Ella había cruzado sus propios limites los cuales no conocía aun. Tartamudeaba buscando palabras inteligentes que desaparecían de su mente tan rápido como llegaban, el sudor frio le recorría el rostro y era el miedo el que entrelazaba nuestras miradas. Estábamos de pie y solos en el descampado cerca de la falda de una montaña mientras intentábamos no sucumbir ante la luz del crepúsculo.
Marie había consumido por primera vez todo tipo de estupefacientes sin tenerles un ápice de respeto. Logro llegar a un estado tan agitado que su corazón sonaba tan fuerte como el sonido triste de las campanas de un monasterio. El silencio se había adueñado de sus palabras y el miedo de su mirada. La forma irrespetuosa con la que trato a las anfetaminas la estaba llevando por el limbo de lo desconocido.
Ella era así, su filosofía de vida constaba en enfrentar a la misma y no temerle. Era cierto que no sabíamos nada de vivir, que ella era un ángel buscando parte del infierno y yo su vía para encontrarlo.
Las horas pasaban y no percibía ninguna mejoría, respirar se había vuelto tan dificultoso para ella debido a los espasmos del vomito continuo, sus manos temblaban como las de un anciano con Parkinson intentando estabilizar un lapicero para firmar su testamento, mientras iba buscando con mis manos su cuerpo inexperto para ayudarla a no desmantelarse. Estaba allí tratando de no dejar quela vida se le vaya debido al miedo y el descontrol, el aire se sentía denso debido a sus murmullos inentendibles luego de cada arcada y a las pocas ganas que se le notaban de seguirlo haciendo. No lograba hilar palabras ni ideas coherentes y mucho menos respirar con frecuencia, estábamos perdidos en un oasis entre sus sueños psicodélicos y mi apacible calma.
Al verla con detenimiento comprendí que sabíamos muy poco de nosotros y al notar que las raras veces que su mirada dejo el miedo fue en mis pupilas, supe de inmediato que el momento en que lográramos entrelazar nuestros disturbios mentales y nos dieramos mutuamente la tranquilidad de saber que alguien que te cuida como a si mismo sigue protegiéndote, estaríamos salvados.
Supimos intrínsecamente la respuesta a como seguiríamos estando vivos en aquel lugar alejado, solo juntando nuestros cuerpos, entrelazando miradas y ayudándonos mutuamente a seguir respirando.
3 comentarios:
asi como marie tiene a su gino... a mi me gustaria encontrar a un gino que me cuide como se cuidaria el mismo...
me fascino.. me hiciste escuchar cada respiracion..
Siempre supe que podia confiar en ti, aunque a veces me dabas pruebas de lo contrario, me ayudaste mas de lo que te puedes imaginar y siempre ocuparas un lugar en mi.
otra verdad acertada.
el miedo nos hace vulnerables y
la tranquilidad que esa mirada nos transmite evade ese sentimiento.
yo tengo a mi gino, lo he tenido en varias ocasiones...
me encantas.
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